Las últimas semanas, desde que el 27 de abril anuncié que iba a firmar ejemplares de Sombras del Poniente en la Feria del Libro de Málaga, han sido un no parar (como, en realidad, viene siendo esto, entre corregir pruebas y corregir exámenes, desde que, el 30 de diciembre pasado, recibí la noticia de que la novela iba a ser publicada), que culminó ayer por la tarde con la presentación ante los lectores. Breve crónica de los hechos.

El viernes 3 de mayo, a las 18:00 horas, hice mi primer paseíllo en la caseta de la Librería Luces, con más que nutrida presencia de familiares y amigos, y yo tan contento.

Repetí faena el domingo 5 de mayo, a las 19:30, en la de la Librería Proteo, con un calor sofocante de tarde grande y un abrumador desfile de gente tan, tan querida…

La siguiente plaza fue ya de tronío, el pasado sábado 18, en la Feria del Libro de Granada, en la caseta que compartían las editoriales EDA Libros y Cuadernos del Vigía. Fue un día precioso que, además de ser mi primer «bolo», me permitió conocer a dos personas entrañables que, por añadidura, son dos grandes escritores: Miguel Ángel Arcas, poeta y editor de Cuadernos del Vigía, y Francisco Silvera, compañero de cartel en EDA Libros y actual Premio Andalucía de la Crítica en la categoría de relatos con su obra Libro de los silencios. Fueron buenas las risas que nos echamos, y ese salmorejo…

Y ayer, lunes 20, el acto más emotivo hasta la fecha: la presentación en el Centro Andaluz de las Letras. Con lleno hasta la bandera (siento que tantos os tuvierais que quedar de pie), y arropado por Francisco Javier Torres, editor de EDA Libros, por Francisco Chica, que fue mi profesor de Literatura en el instituto, que es poeta, pero que, sobre todo, es amigo, y por Antonio Orejudo, a quien ya sabéis que considero uno de los mejores narradores españoles actuales —si no el mejor—, que oficiaron de padrinos y me dieron la alternativa en la plaza más querida para mí.

No tengo palabras (bueno, sí las tengo, pero empezaría a sonar repetitivo) para expresar la alegría tan enorme que supuso veros allí, ni para agradeceros lo suficiente todo el amor que me dais, así que creo que lo mejor es dejarse de florituras e ir directos al mentón: gracias por estar a mi lado, ayer y siempre.

Nos vemos en los bares.

Nos vemos en las calles.

Nos vemos en los libros.

Aloha.

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